Luego de compartir con Chávez la alfombra roja de Venecia, Oliver Stone comienza a filmar la secuela de Wall Street. Aquí habla sobre las miserias del capitalismo, de la política de su país y de América Latina.
Hace ya 23 años Oliver Stone miró hacia el “patio trasero” de los Estados Unidos para contar una historia, Salvador, donde mostraba la participación de su país en las dictaduras latinoamericanas, el financiamiento de los paramilitares y las relaciones de la inteligencia norteamericana con, por ejemplo, el asesinato del Arzobispo tercermundista Oscar Romero.
En un año, la secuencia de su filmografía siguió con una nueva visita del cine norteamericano a Vietnam, con Pelotón y Wall Street, donde retrataba el universo de la especulación financiera. Dos décadas después el director cierra el círculo, la línea de pensamiento que une las miserias de la política norteamericana, los crímenes del capitalismo y la realidad latinoamericana, estrenando su documental sobre Hugo Chávez, Al sur de la frontera –lo hizo en el Festival de Venecia, compartiendo la alfombra roja con el presidente venezolano–, y preparando la secuela de Wall Street, Money Never Sleeps, que planea estrenar en 2010.
Stone no pretende “objetividad” y, como lo hizo en Comandante –su documental sobre Fidel Castro–, sienta posición –favorable– sobre el proceso de la revolución bolivariana. Para criticarla, difamarla y hasta boicotearla, dice, ya están los medios norteamericanos y el poder económico. En el mismo paneo, pasea su mirada complacida con lo que ve como un proceso de cambio, por siete presidencias latinoamericanas: la de Lula, las de los Kirchner, la de Lugo, la de Evo Morales y la de Correa, además del omnipresente Chávez.
Una nueva toma de posición de un director que no le escapa a la política. Así lo muestran títulos como Nacido el 4 de julio, JFK, Nixon y W., su retrato de George W. Bush, estrenado poco después de que el ex presidente dejara la Casa Blanca.
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