Regreso de Zelaya: Jaque mate a los “gorilas” hondureños

El viejo refrán que afirma que “a la tercera va la vencida” y la canción de Rubén Blades que dice:“La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida” se conjugaron este lunes para marcar el histórico e inesperado regreso de Manuel Zelaya a su patria, legítimo presidente de Honduras, 87 días después de que fuera derrocado por un grupo de golpistas civiles y militares.

Cuando casi nadie lo esperaba, la estratégica jugada política que significó el sorprendente regreso del mandatario, a casi tres meses de haber sido derrocado por el artero golpe que lo depuso y sacó del país por la fuerza de las armas el 28 de junio, ha dado al traste con los planes de los conspiradores que lo creían derrotado y abandonado a su suerte, mientras los conspiradores se aprestan a celebrar unas elecciones ilegítimas, con el fin de consolidarse en el poder.

La de Zelaya fue una acción que recuerda esas hazañas realizadas por grandes genios militares, como la ejecutada por Bolívar, quien con su ejército atravesó los altos picos Andes para sorprender y derrotar a las huestes realistas en Boyacá para darle libertad a Colombia; y el presidente hondureño algo similar al atravesar ríos y montañas con sólo cuatro hombres, según reveló Hugo Chávez, su homólogo venezolano a pocas horas de conocer su gesta.

Fue tan grande la sorpresa que Roberto Micheletti, el cabecilla civil del golpe de Estado, negaba la presencia de Zelaya en Honduras, asegurando con evidentes muestras de nerviosismo y con la lengua enredada que “el presidente se encontraba muy tranquilo en la suite de un hotel en Managua”, ignorando que Zelaya, en un acto de valentía, se hallaba en las fauces del monstruo para reclamar el derecho legítimo que le asiste de recobrar la presidencia del país.

Lo hizo después de haberlo intentado dos veces, primero cuando trató de ingresar a Tegucigalpa a bordo de un avión y fue impedido por los militares golpistas que colocaron obstáculos en la pista de aterrizaje y reprimieron brutalmente al pueblo que lo esperaba, asesinando a un joven manifestante, crimen de lesa humanidad que no puede ni debe quedar impune y los responsables sean castigados una vez que la justicia se reinstaure en Honduras.

La segunda vez que trató de entrar al país fue por la frontera con Nicaragua y otra vez se le impidió por la fuerza de las armas, negándole hasta el derecho de encontrarse con su esposa, la primera dama hondureña, Xiomara Castro de Zelaya, quien junto con sus hijos viajó hasta esa zona, como también lo hicieron centenares de hombres y mujeres del pueblo que fueron a su encuentro pero, acosados por el ejército que bloqueó las vías, debieron transitar por los “caminos verdes” de la selva para llegar a su lado.

Ahora Zelaya está allí, retando junto con miles de hondureños que rodean la Embajada de Brasil y que a medida que transcurren las horas siguen llegando de todas partes del país para aclamar y proteger a su líder y mandatario, quien logró ingresar al país pese a la vigilancia ejercida por los golpistas en todos los puntos fronterizos que, según declaró “Goriletti”, habían sido blindados para impedir su ingreso, pero, a pesar del dispositivo desplegado, fueron burlados.

Tras permanecer silenciosos varias horas, mientras sus mentes enfermizas maquinaban las acciones a tomar ante el peligro de muerte que significa para la dictadura la presencia de Zelaya, en su esfuerzo por mantenerse en el poder, decidieron recurrir una vez más al salvaje recurso del toque de queda con el fin de atemorizar al pueblo, obligándolo a desalojar la calle donde es objeto de la más brutal represión, esta vez aplicándolo entre las 4:00 de la tarde y las 7:00 de la mañana del martes.

Mientras esa real amenaza de violencia y muerte se cierne otra vez sobre el heroico y valiente pueblo hondureño, la Organización de Estados Americanos (OEA), por presiones por Estados Unidos (EEUU) sobre algunos de los súbditos que aún le quedan, imponía este lunes, durante la reunión extraordinaria del Consejo Permanente de la institución convocada para debatir el caso de Honduras, una vergonzosa resolución que coloca en igualdad de condiciones a la víctima con el victimario.

El documento fue rechazado por Venezuela y Nicaragua por tomar como elemento principal los lineamientos del Acuerdo de San José, Caballo de Troya introducido por la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, y presentado por el presidente costarricense, Oscar Arias, el cual llama a la negociación entre el legítimo gobierno y los golpistas en contradicción con la enérgica condena aprobada por el foro en su reunión del 28 de junio; en que se exige la restitución inmediata de Zelaya y no reconocer a otro presidente que sea designado en el cargo.

El rechazo a la resolución se consolida tras lo afirmado por el representante de Nicaragua, quien manifestó a sus colegas de la OEA haber recibido una llamada del mandatario nicaragüense, Daniel Ortega, en la cual le dijo que el propio Zelaya lo llamó desde la embajada de Brasil en Tegucigalpa para que les informara que él no acepta el Acuerdo de San José y, sin embargo, la resolución fue aprobada de manera apresurada sin tomar en cuenta su posición.

Por su parte, el dictador Micheletti, envalentonado por la decisión de la OEA, manifestó que “la presencia de Zelaya no cambia nuestra realidad. El pasado 28 de junio (Zelaya) fue removido de su cargo legalmente por decisión de la Corte Suprema de Justicia y del Congreso Nacional de nuestro país', pero no se quedó allí el cinismo del tirano, porque de inmediato exigió al gobierno de Brasil “que entregue al mandatario para que pueda responder ante la justicia”.

El dictador parece ignorar que los días de su régimen ilegítimo están contados, porque el pueblo hondureño y el resto de los pueblos del planeta representados en la ONU están más decididos que nunca a derribar a ese monumento a la barbarie erigido por una manada de gorilas que escaparon de la jaula y que más temprano que tarde la libertad volverá a prevalecer sobre la patria hondureña bajo el mandato de su legítimo presidente, Manuel Zelaya.

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