“Las elites gobernaron sólo 30 años”

martes, 8 de diciembre de 2009


En contra del lugar común que responsabiliza a la oligarquía política de la generación del ochenta de los males del país, el autor de Historia de las elites en la Argentina, polémico, sostiene que su hegemonía no fue ni tan poderosa ni tan duradera como se cree.

“Las clases dominantes fueron las principales responsables de no encarar un proyecto industrial”. “Las elites económicas se enriquecieron a costa del Estado argentino y se opusieron constantemente al crecimiento de los sectores populares”. Éstos son algunos de los tópicos que el investigador Leandro Losada desmantela en Historia de las elites en la Argentina. Desde la Conquista hasta el surgimiento del peronismo. Y asegura que el esplendor de las elites “sólo abarca de 1880 a 1916”, y se asombra de “la eficacia que tiene en un nivel social y político el relato que inscribe a la oligarquía contra el pueblo”.

En este estudio, publicado por Sudamericana, el historiador desnuda el esqueleto sobre el cual se desarrollaron los sectores dominantes y remarca el rol que desempeñaron en el crecimiento económico de la Argentina de finales del siglo XIX. Sin maniqueísmos, señala que el perfil parasitario de estos grupos es un fenómeno inscrito en la democracia y destaca que “si esa oligarquía existió, construyó un país que terminó expulsándolos del poder” con el ascenso del radicalismo, en el 16.

–¿Qué piensa sobre las visiones que responsabilizan de alguna manera a las elites de no tener un proyecto industrializador?

–Ése es un retrato que tiene un viso de realidad en la actitud que tuvieron frente a la Argentina democrática. El problema es que se extrapoló eso hacia atrás, pensando que siempre fueron eso. Si a la Argentina le fue bien cuando la llamaron el Granero del Mundo, no sólo fue por las bondades del mercado mundial sino por el empresariado, que supo aprovechar esas oportunidades. El perfil rentístico, parasitario, con una mirada cada vez más conservadora desde lo social y lo político, es un poco forzado. Cala más en el período de entreguerras.

–Pero las elites no se caracterizaron por la apertura del juego.

–Son fenómenos de la Argentina democrática. Claro que les genera mucho recelo la apertura del juego político; no tanto por la democracia en sí misma sino por cómo se manifiesta. Sobre todo se amplía el juego social: eso es lo más incómodo para los sectores propietarios.

–Usted destaca que las elites no siempre tuvieron intereses en común. ¿A cuáles se refiere?

–La fuerza de trabajo rural, que muchas veces era demandada por las elites políticas para movilizar tropas en las guerras y la fuerza de trabajo en el campo, era escasa hasta que vino la inmigración en la segunda mitad del XIX. Eso generaba una gran tensión con los sectores propietarios.

–Pero debían de tener más coincidencias que conflictos.

–En la Argentina de 1880 a 1916 hubo menos tensiones que antes y que las que iban a venir después. La configuración del país en ese momento era más favorable a las elites, que comandan el crecimiento de una economía que genera concentración de la riqueza. Particularmente, en la elite pampeana. En la política, existe un régimen oligárquico que permite a las elites tener un control de la situación, una hegemonía. Las bases de sus posiciones están más sólidas, en lo político, en lo económico y en lo social, con un nivel de vida y de ostentación que nunca más tendrían y que no conocían hasta ese momento.

–¿Cómo influye la inestabilidad del escenario económico-político?

–Hasta la mitad del siglo XIX, tienen un nivel de conflicto entre sí; además, las elites económicas miran con desdén lo que pasa en la política, nunca termina de haber un orden. Están atravesando un proceso de recomposición muy fuerte y un problema adyacente es el control de los sectores populares; resuelto medianamente con el rosismo. Todo se ordena después de 1852, más aún del 80. El momento elitista de la Argentina es bastante efímero, ya que va de 1880 a 1916; sólo gobernaron 30 años.

–Eso choca con las miradas que ven una oligarquía omnipotente que recién es destronada por el peronismo.

–Es que en esos años también se produce un fenómeno de transformación fenomenal y de inmigración vía el mismo crecimiento económico, que hace que esa sociedad que ellos mismos controlan rápidamente se transforme, pase a ser otra cosa: una incipiente sociedad de masas. Por lo tanto, ese mismo cambio en las estructuras sociales reacomoda el lugar de las elites.

–¿Las elites no supieron canalizar las demandas de participación, como sí pudo el peronismo?

–Después de la Primera Guerra Mundial, todos estaban esperando que el mundo volviera a la normalidad. No poder procesar las demandas de una sociedad de masas, desde un sistema político excluyente o desconociendo los cambios que habían aparecido en lo económico y en lo social, hicieron que fracasaran. Si esa oligarquía existió, construyó un país que los terminó expulsando del poder.

El mito fraguado de la oligarquía contra el pueblo

–El Gobierno acusó al campo de “oligárquico”. ¿Cuándo comenzó esa oligarquía?

–En el siglo XIX, tampoco sería un retrato muy adecuado porque había una estructura de la tenencia de la tierra mucho más heterogénea. En realidad, forma parte de un relato histórico de la Argentina que inscribe a la oligarquía contra el pueblo; que tiene un anclaje fuerte en el revisionismo histórico y que evidentemente a nivel político y social tiene eficacia. Si el Gobierno ve en el campo a la oligarquía, el campo ve en el Gobierno al peronismo de 1945. Cuando, en realidad, ni el campo tiene nada de oligárquico, ni el Gobierno tiene nada del primer peronismo.

–¿Pero cree que el discurso de la “oligarquía contra el pueblo” es un mito?

–Claro que hay elementos de la realidad para pensar en esa clave. Había gobiernos fraudulentos, con los partidos de masas proscriptos, y sectores propietarios cercanos a esos gobiernos; que al mismo tiempo en sus propias conductas económicas han dejado de ser actores dinámicos. Es una suerte de mito que se va fraguando. Son sectores a los que se les ha dado una omnipotencia, un poder que tuvieron pero no durante demasiado tiempo y no necesariamente en 1930. Más que nada porque el orden de los 30 terminó probándose totalmente ineficaz. El peronismo existe en la Argentina porque en esa década no se pudo expulsar al radicalismo como un “vicio” y tratar de darle una salida política a todo eso. El fracaso de esa época no se entiende sin el peronismo.

criticadigital.com.ar

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