Las tesis de trotsky encierran la clave de la revolución latinoamericana

martes, 6 de octubre de 2009


¿Qué ha quedado vigente de los artículos que escribió Trotsky sobre América Latina en la segunda parte de los años 30?
Son varios los aspectos del pensamiento de Trotsky que conservan especial actualidad. En primer término su planteo de unidad revolucionaria de los países de la Patria Grande, sintetizada en la consigna: Por los Estados Unidos Socialistas de América Latina. Su exilio en México lo colocó en un escenario privilegiado para observar la estructura social y el comportamiento de las clases fundamentales que inciden en el balance de fuerzas en los países semicoloniales. Por aquel entonces, el ascenso del general Lázaro Cárdenas al gobierno le había dado un nuevo impulso a la revolución mexicana, especialmente tras la nacionalización de los ferrocarriles, de la industria petrolera, y la profundización de la reforma agraria. Esas tareas nacional-democráticas pusieron a la orden del día el enfrentamiento con el capital extranjero, con la diplomacia imperialista de Gran Bretaña y Estados Unidos que bloquearon las compras de petróleo mexicano, y con los terratenientes locales.

¿Cuál fue la posición de Trotsky ante el gobierno mexicano?
Las condiciones del exilio no le permitían una actuación pública. Sin embargo en sus escritos dejó en claro una posición de apoyo independiente a lo que consideraba un gobierno antiimperialista. Trotsky llegó a caracterizar al de Cárdenas como el gobierno más valiente y honesto. Su planteo se diferenció claramente de toda variante de seguidismo hacia un régimen que en lo fundamental desarrollaba un programa de capitalismo autónomo con fuerte desarrollo de una economía de Estado, y asimismo de las desviaciones ultraizquierdistas que convertían las críticas a los límites burgueses del programa cardenista en una posición de enfrentamiento, en línea con las presiones que ejercían los gobiernos imperialistas. Con los sostenedores de esta última posición, organizados en la Liga Comunista Internacionalista, declarados trotskystas, Trotsky rompió políticamente luego de un ataque contra el gobierno de Cárdenas por la decisión de indemnizar a las compañias petroleras expropiadas. Antes de eso habían formulado un llamado a los trabajadores a pasar a la acción directa contra el gobierno, por el aumento del costo de vida.

También el Partido Comunista Mexicano le dio apoyo al gobierno de Cárdenas… Se trató de dos posiciones claramente diferenciadas. El PCM, todavía bajo la influencia del Tercer Período, comenzó caracterizando a ese gobierno como fascista. Luego giró 180 grados y, sucesivamente, definió su posición como “apoyo crítico”, “apoyo condicionado” y finalmente a partir de 1937, “apoyo total”. Coincidentemente, a comienzos de 1938, el PCM adhirió al oficialista Partido de la Revolución Mexicana, considerado como una versión del Frente Popular, que por aquel entonces el stalinismo se había lanzado a impulsar en todo el mundo. En los hechos el “apoyo total” se convirtió en el respaldo a la candidatura del representante del ala derecha del PRM, Avila Camacho, y la ruptura con el ala izquierda encabezada por Francisco Mujica. El primero se orientaba a poner fin a las reformas del gobierno de Cárdenas y a consolidar la alianza con la burocracia sindical de la Central de Trabajadores Mexicanos, encabezada por el filo stalinista Lombardo Toledano. Mujica, por el contrario, además de repudiar los métodos de la cúpula de la CTM, sostenía un programa de reformas destinadas a mantener en curso a la revolución mexicana.

¿Qué actitud adoptó Trotsky ante la fundación del PRM?
Trotsky consideraba a formaciones políticas como el PRM, el APRA peruano y el Kuomintang chino como formas de Frente Popular. En Europa esos frentes eran impulsados por el stalinismo en alianza con las burguesías democráticas como línea de lucha antifascista. En los hechos el proletariado jugaba un papel subordinado, y en situaciones como la de España la revolución fue sacrificada a favor de los acuerdos con la burguesía republicana y del frente contra el franquismo. Al final se perdió la revolución y también la guerra. Sin embargo Trotsky advirtió que en los países atrasados y dependientes el Frente Popular no necesariamente jugaba el mismo papel. Cabía la posibilidad de que asumiera un carácter progresivo en caso de que su política llevara a un enfrentamiento con el imperialismo. En ese caso la obligación de los revolucionarios era plantear un apoyo independiente, manteniendo claramente diferenciadas las divisas y las organizaciones.

Sin embargo no parece que las tesis de Trotsky, la teoría de la revolución permanente, hayan encontrado confirmación en el comportamiento político de la clase trabajadora mexicana.

Trotsky anticipó los lineamientos generales de la Revolución de Octubre en más de diez años, al sostener que en los países atrasados no serían las burguesías liberales las que dirigirían las revoluciones democráticas contra el viejo régimen, sino el proletariado con apoyo de los campesinos. Afirmó, asimismo, que este desfase entre las tareas originalmente burguesas de la revolución y las fuerzas sociales fundamentales que habrían de llevarlas a cabo, le conferirían al proceso un carácter combinado y permanente. Es decir, el gobierno revolucionario dirigido por los obreros con respaldo de las masas campesinas no fijaría su programa en los límites de la república democrática y en las tareas de la reforma agraria, las libertades públicas, los derechos sindicales, etc, sino que la naturaleza del antagonismo con las fuerzas de viejo régimen y con la burguesía mundial, profundizarían un curso de transición ininterrupido, entre la revolución democrática y la socialista. En México, Trotsky se encontró con una situación particular, extensiva a buena parte de los países semicoloniales. Señaló entonces que en esa periferia atrasada y dependiente no es la burguesía nacional la fuerza dirigente del capitalismo, sino el capital extranjero. La burguesía nativa, en cambio, es una clase débil y vacilante, incapaz por sí misma de llevar adelante un programa político en correspondencia con las tareas nacional burguesas pendientes, y temerosa ante la presencia de una joven clase trabajadora de reciente proletarización. Hacía ya bastante tiempo que la hora de esa burguesía había pasado. Sin embargo tampoco el proletariado había alcanzado un desenvolvimiento de clase que le permitiera tomar en sus manos la suerte de la revolución agraria y democrática, según la predicción de la teoría de la revolución permanente. Trotsky observó, en cambio, la existencia de un particular equilibrio de clases, favorable para la irrupción de una suerte de bonapartismo semicolonial, en el cual una jefatura nacionalista, con apoyo de las masas campesinas, afronta las tareas que la burguesía nativa no se anima a abordar.

¿Cuál es la situación de la clase obrera en este caso?
El desenvolvimiento de un programa capitalista, independiente del capital extranjero, obliga a esa conducción bonapartista a buscar el respaldo de las masas obreras para resistir las presiones del imperialismo. Pero al mismo tiempo que el gobierno realiza concesiones a los sindicatos, establece un firme control sobre las organizaciones obreras, de manera de fijar estrictamente los límites de la acción de masas. Trotsky destacó que en México los sindicatos se habían transformado en organizaciones semiestatales, dominados por una burocracia entrelazada al aparato gubernamental por múltiples vínculos, por ejemplo a través de la administración obrera de las empresas nacionalizadas. En uno de sus últimos escritos, antes de caer asesinado por un sicario de la GPU stalinista, sostuvo que en la era del capital monopolista y del imperialismo prácticamente han desaparecido las condiciones para la vigencia de la democracia sindical, como en la época del capitalismo liberal. Bajo estas condiciones la suerte de los sindicatos quedaba limitada, en definitiva, a dos posibilidades extremas: o se reducían al papel de instrumentos de dominación de la burguesía sobre los trabajadores, o se trasformaban en organismos de un movimiento revolucionario de clase. Desde esta perspectiva sostuvo que la completa independencia de las organizaciones obreras respecto al Estado es la primera consigna de una política de clase, y la segunda la democracia sindical. La importancia de esta cuestión era a su juicio decisiva por eso sostuvo que el programa de transición de la IV Internacional era, en rasgos generales, un programa para los sindicatos, y no sólo para el partido. También afirmó que renunciar a trabajar en los sindicatos era renunciar a influir políticamente en la clase obrera, y advirtió que la organización que proclamándose revolucionaria renuncie a ese trabajo no sólo estará condena a desaparecer, sino que merecerá tal destino.

fuente: izquierdanacional.org

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