Hilda Molina

domingo, 6 de septiembre de 2009

Después de un rato con la doctora, es imposible no darse cuenta de su impresionante inteligencia, su fortaleza para enfrentar la adversidad. Sylvina Walger.

Menuda, bajita, pelo corto y unos ojos claros que la muestran fuerte y determinada. Hilda Molina neurocirujana cubana, más dada a la ironía que a la tragedia, hace quince años rompió con el régimen. Desde entonces ha penado por conseguir un visado de salida para reunirse en Buenos Aires con su hijo, nuera y nietos. La intervención de muchas personalidades, incluida la de Cristina Kirchner, por la que siente un infinito agradecimiento, logró que le permitieran salir. “Venía en el avión y veía a todas esas familias que estaban juntas y pensaba que a los cubanos no se nos permite viajar con la familia. Debemos viajar solos”, cuenta con una voz que ni siquiera denota enojo. Tal vez pena.

Nacida dentro de una familia acomodada (su madre tenía una casa de modas), educada en un colegio de monjas, Hilda Morejón, su madre, ferviente católica, hizo todo lo posible por convertirla en una “dama” no frívola y estudiosa. Pero la casa de modas se la cerraron “como cerraron todos los pequeños y medianos negocios”. Fueron a vivir entonces a la provincia de Ciego de Ávila (en el centro de la isla), donde se instalaron en una casa “muy bonita”.

“Vengo de una familia antibatistiana –cuenta– y no añoro esa época de Cuba. Mi familia no estuvo en la contra después de muerto Batista o desde una cómoda oficina foránea. Mi familia luchó contra Batista cuando hacerlo implicaba el riesgo de morir. Yo añoro lo que era innegablemente bueno en la Cuba de mi niñez y mi adolescencia. Pero jamás he dejado de criticar lo criticable de esa época”.

“Tampoco necesitaba a la Revolución cubana para estudiar medicina y no fui investida de méritos simbólicos por el régimen. Cuando ellos llegaron al poder, debido a mi excelente expediente en el bachillerato, había obtenido una beca completa para estudiar medicina en España o Estados Unidos. Renuncié a ella para unirme a un proceso en el que creí ciegamente”. Por entonces Hilda tenía 15 años y “la prédica de Fidel Castro me parecía el evangelio cubano”.

Instalada en La Habana con su madre, vivieron en un apartamento chiquito y sucio como es normal en la capital de la isla. “Era esa justicia social que homologa a la gente en la pobreza. Ellos, en cambio, fueron a vivir a las mansiones que los ricos habían abandonado”.

–¿Es difícil la vida en Cuba?
–El pueblo de Cuba no vive peor y no hay indigentes. Todavía existe la libreta de racionamiento y los artículos que están allí se venden en tiendas subsidiadas. Lo que no está ahí hay que comprarlo casi siempre en la moneda cubana convertible y te dan un cambio vergonzoso. Por ejemplo, uno va a cambiar una remesa que recibió de su familia y por cada cien dólares te quitan 20. Pero esto le da un poco más de oxígeno al pueblo cubano. Como hay más de 3 millones de cubanos repartidos por el mundo, y no se han olvidado ni de sus familias ni de sus amistades, se calcula que 1.500 millones de dólares al año entran en concepto de remesas. Y todo eso entra de parte de personas que durante mucho tiempo fueron llamados gusanos, agentes de la CIA, apátridas y cuanto apelativo negativo exista. Bueno pues, esas personas están aportando muchísimas divisas al país a través del amor que sienten por su familia. Y el gobierno está robando parte de ese dinero. Otro problema es el referido al mantenimiento de una casa, se te rompe algo y entras en crisis. Hasta que encuentras quien te lo arregle clandestinamente, porque hasta para arreglar un techo hay que pedir permiso al gobierno. Yo para quedarme aquí necesito una prórroga, pero tengo que pagarle una mensualidad a la embajada para que ese permiso de entrada (a Cuba) no pierda vigencia. De todas maneras creo que se ha recorrido un camino de pobreza innecesario. Dilapidaron el subsidio de la URSS en guerras estúpidas…

Como neurocirujana y pensando en el pueblo cubano, creó CIREN, un centro de restauración neurológica. Rama de la neurociencia que surge en el mundo hace 20 años para tratar enfermedades incurables del sistema nervioso (Parkinson, por ejemplo). “Nada de todo esto se conocía en Cuba, pero comencé a escribirles a científicos de Canadá, Japón, Estados Unidos y España que se estaban ocupando del tema”. Los científicos colaboraron, viajaron gratis a Cuba y aportaron instrumental y becas. “Recién ahí se enteró Fidel Castro de mi existencia”. “O sea que todo lo que se hizo era importado, nada era patrimonio ni invento de Cuba. Es decir que todo lo que hice es de conocimiento público internacional, yo no poseía secretos científicos”.

–¿La salud en Cuba acaso no es buena?
–De 1970 a 1980 fue muy buena, pero después fue perdiendo calidad. En Cuba hay dos tipos de salud, una forma de medicina privada clandestina, en la que pagando se puede tener una buena atención, y la del pueblo, que es decididamente mala. Hilda Molina vivió en Argelia tres años, fue enviada como médica en lo que los cubanos l laman “Mi s ión Internacionalista”. Los argelinos le pagaban al gobierno cubano 9 mil dólares mensuales más las guardias por la doctora. Ella recibía un estipendio que malamente le alcanzaba para comer y su sueldo cubano (25 dólares), “que se lo entregaba a mi madre y a mi hijo como si estuviera en Cuba. Sume todo. El gobierno se llevó cientos de miles de dólares que yo produje”.

En 1994, cuando se entera de que su centro va a ser dolarizado y entregado a los extranjeros en detrimento de los pacientes cubanos, la doctora Molina renuncia a todos sus cargos. El castigo que le aplicaron fue mucho más doloroso que un fusilamiento, la separaron de su hijo. La excusa, que su cerebro era “patrimonio” cubano, por lo tanto no podía andar paseando su cabeza por el mundo.

En plan de excusas, el cerebro como “patrimonio” también le fue aplicado al padre de la bomba atómica rusa, Sajarov, su cerebro pertenecía a la URSS y allí debía quedarse.

Hilda Molina jamás quiso exiliarse y quería que su salida fuera para visitar a su familia y conocer a sus nietos. “No soy una Marielita, como me han difamado algunos periodistas. Si así hubiera sido, habría aceptado uno solo de los muchos contratos de trabajo que me ofrecieron en el curso de los viajes que con fines científicos realicé a otros países”.

–Fidel la acusó de prestarse al “chantaje de Estados Unidos”.
–Es una tontería. En Cuba, cuando uno piensa diferente, pasa de inmediato al otro grupo, al de los mercenarios del imperio. Es un insulto pero no sólo del Gobierno cubano que necesita esa coartada, sino de personas de la comunidad internacional que se convierten en portavoces del gobierno. Cuba es así, no se admite la discrepancia y te destruyen con difamación y calumnias. Es lamentable que los indefensos opositores cubanos seamos insultados, descalificados y calumniados por personas de otros países, que cual voceros de las embajadas cubanas se muestran intolerantes, ofensivos y despiadados con los cubanos que discrepan pacíficamente.

En relación a las calumnias que permanentemente la acosan, la doctora Molina pone sobre la mesa la historia con su marido. “El padre de mi hijo, aún identificado con el gobierno cubano, y yo nos divorciamos amistosamente cuando el niño era muy pequeño. Él contrajo matrimonio algún tiempo después y tuvo dos hijos de ese matrimonio. Yo tengo un solo hijo, que es Roberto. Por respeto a la ideología y al pensamiento político del padre de mi hijo, yo nunca lo menciono. Porque a mí me enseñaron a respetar las ideas de mis semejantes aunque yo no coincida con ellos”.

–¿Hoy como lo ve a Fidel?
–Fidel ha sido el verdugo de mi familia y, lo digo siempre, es un hombre muy pero muy inteligente. Como que sigue manejando Cuba. Es uno de esos hombres que aparece cada tanto. Pero la inteligencia sola no sirve para nada. Yo siempre veo al enfermo con enfoque médico. Hoy es un anciano enfermo y yo quisiera que se ponga bien de salud y que su alma cambie” –explica la doctora reconvertida al catolicismo y fiel seguidora de la doctrina social de la Iglesia–. En las manos de ellos, los Castro, ha estado la posibilidad de cambiar a Cuba. Sería magnífico que ellos mismos fueran los que hicieran el cambio.


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