Imaginemos que Obama se marca en China uno de sus discursos épicos, consagrado a la defensa de los derechos humanos. Imaginemos que vuelve de Pekín con un acuerdo bilateral para reducir las emisiones de CO2. Y ahora dejemos de imaginar, porque Obama 'goes' to China para poner cara de buenos amigos y hablar, en todo caso, de la espina clavada del déficit comercial.
No esperemos ningún gesto, ni mucho menos un desplante, por la reciente ejecución de nueve uigures como represalia por los disturbios raciales del pasado mes de julio. No esperemos tampoco ninguna mención a la sistemática represión en el Tíbet, sobre todo después del reciente 'plantón' al Dalai Lama, que se fue de Washington sin poder saludar al nuevo inquilino de la Casa Blanca.
China, no lo olvidemos, es el mayor verdugo mundial. Según Aministía Internacional, un total de 1.700 presos fueron ejecutados el año pasado con el mayor los secretismos y sin las mínimas garantías judiciales. Un fraude fiscal o un desfalco puede ser suficiente para merecer la pena de muerte en China, a elegir entre 60 tipos de delitos. El vicepresidente Zhang Jun ha anunciado, eso sí, que la cosa va a cambiar, y que su país ejecutará en un futuro próximo 'a un número extremadamente pequeño' de criminales y delincuentes.
En Estados Unidos, entre tanto, 3.500 presos hacen cola en el corredor de la muerte. Tras el espejismo del 2008, cuando fueron ejecutados 37 reos, este año vamos ya por los 43, camino del medio centenar. Se diría que la llegada de Obama, partidario de reservar la pena de muerte para 'los crímenes más horrendos', ha servido incluso como revulsivo. Su partida hacia Asia coincide casualmente con la ejecución anticipada el John Allen Muhammad, el famoso francotirador de Washington.
Puestos a librar un pulso, las dos grandes potencias mundiales tienen un expediente igual de sucio en su contribución al cambio climático. China sobrepasó hace dos años a EEUU como la potencia más contaminante del planeta. Entre los dos se reparten el 42% de las emisiones de CO2, frente al 13% de la Unión Europea. China defiende su derecho a seguir quemando petróleo y carbón para sacar de la pobreza a sus ciudadanos, así se asfixien en Linfen, Chongqing o Chengdu. Entre tanto, tan sólo el 57% de los americanos piensan que el planeta se está calentando (frente al 71% cuando llegó al poder Obama).
'No pienso que vayamos a conseguir un acuerdo bilateral con China', confirma por anticipado el enviado especial para el Cambio Climático Todd Stern. 'Obama va a intentar hablar con el presidente Hu para encontrar un entendimiento común que posiblemente pueda facilitar un acuerdo en Copenhague'. Habrá que verlo.
Obama llega pues a China el domingo, con una agenda milimetrada para conjurar las protestas y los pronunciamientos políticos. Las autoridades locales se esforzarán por mantener la distancia con una ciudadanía ávida de un destello, por pequeño que sea, de eso que el presidente llama 'valores universales'.
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Lo que Obama no dirá en China
miércoles, 11 de noviembre de 2009
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