
La causa judicial avanza sobre el corazón de la elite provincial. El gobernador Colombi deberá declarar por escrito ante la Justicia. Aún no se encontraron pruebas de amenazas al periodista. Hay dudas en torno a los testimonios de los funcionarios.
Una atmósfera de paranoia une estos días la ciudad de Goya con Corrientes capital. Todavía no se sabe a cuál de las tres posibilidades –suicidio, suicidio inducido o asesinato– se ajusta la muerte de Hernán González Moreno, hombre del riñón de Arturo Colombi e hijo de una familia de grandes hacendados y productores arroceros. Sin embargo, algo está claro: ya nada volverá a ser igual en la provincia. Todos los crímenes dicen algo de las sociedades en las que ocurren, pero algunos las reproducen a escala y éste, como el de la Dársena o el de María Soledad Morales, es uno de ellos. El viernes declararon ante los fiscales el jefe de la custodia del gobernador, comisario Juan Geraldi, y el director de Información Pública, José Luis “Billy” Zampa. Ambos se habían atribuido el curioso privilegio de haber descubierto el cuerpo del titular de la Agencia Corrientes, “la Télam correntina”, así la llamaban. La versión no se ajustaba a la verdad. Antes que los dos funcionarios habían llegado amigos y parientes. Los testimonios brindados por Geraldi y Zampa a los fiscales se guardan –casi–, a cal y canto, pero trascendió que, al menos hasta ahora, no se han encontrado en los teléfonos del joven los mensajes amenazantes de los que Zampa habló. Sí se habrían detectado restos de alcohol y de cocaína en la sangre, las fosas nasales y la orina del cadáver. El gobernador Colombi deberá declarar por escrito y han surgido, cuentan, novedades y discordancias que abrirán nuevos caminos en la causa.
Suicidio o asesinato, la de Hernán González Moreno es una muerte del poder y se inscribe en otra agonía, la de la administración de Arturo Colombi. El gobernador ha quedado sin reflejos. Dicen quienes conocen el paño que la demoledora derrota electoral fue un mazazo para el jefe local. Había derramado dinero a raudales en propaganda y en asesorías de imagen que fabricaron una realidad a gusto del cliente. Uno de esos prodigios fue el uruguayo Luis Costa Bonino, experto en “marketing político”, quien encendió las esperanzas del gobernador anunciándole que llevaba doce puntos de ventaja sobre su inmediato perseguidor, Ricardo. En la página de LCB, su empresa, Luis Costa seduce a los interesados con la promesa de “una campaña electoral perfecta”, una auténtica “máquina del triunfo” conducida por “un maestro de consultores”. Luis Costa, carero pero el mejor. Sincero, también: “No economice con la calidad de su campaña –recomienda– porque lo que realmente sale caro es perder la elección”. Los espejitos de colores de Costa Bonino le costaban al candidato Arturo Colombi, o a los ciudadanos correntinos, unos 100 mil dólares mensuales. Se había establecido en Corrientes, con su familia, para supervisar la tarea, en una casa fastuosa, con una oficina principesca y dos vehículos de alta gama. Su delegada local, según las malas lenguas, antes de ser seleccionada por el consultor, vendía cosméticos a domicilio. Cuando las papas comenzaron a quemar hizo su aparición –aseguran que de la mano de Billy Zampa– el efímero Orlando Goncalves, otro “campeón” de la asesoría política. El uruguayo era el estratega, la táctica la manejaba el venezolano. Pero ni el ex filotupamaro Costa Bonino ni Goncalves lograron cambiar el curso de la historia de contornos isabelinos que, desde hace años, escriben los primos Colombi.
El principio del fin llegó a través de la paraestatal Agencia Corrientes, regenteada por González Moreno y cuya propiedad adjudican a Rodolfo Martínez Llano, un personaje de peso, ex diputado justicialista, mitad chaqueño, mitad correntino y propietario de medios gráficos, entre ellos El Libertador, diario donde González Moreno debutó en el mundo de la comunicación. A través de Agencia Corrientes, la gobernación distribuía con singular discrecionalidad los fondos destinados a pautas de publicidad. Las cifras van de los 30 a los 170 millones de pesos anuales. Agencia Corrientes facturaba al Estado provincial un millón al mes. El circuito seguido por el dinero incluía, como mojón indispensable, el Banco de Corrientes, al que tanto la AFIP como el Central siguen de cerca. Esa forma dispendiosa de tratar el dinero público la investigó el periodista Guillermo Gonzalez del Castillo. El juez Luis Cochia Breard dictó una medida cautelar que suspendió el flujo de fondos e hizo crujir el aparato arturista, que comenzó a dar signos de ahogo.
González Moreno, pieza clave en la trama, solía alardear a grabador cerrado de la cantidad y calidad de sus contactos, uno de ellos, el amigo y “socio” Juan Ignacio Albistur, hijo del secretario de Medios de la Nación. El dato apenas ilustraría una de las varias vinculaciones de los Colombi con el kirchnerismo: el interventor del Instituto de la Vivienda, Julio Balestra, es amigo de José López, segundo de Julio De Vido; Juan Carlos Relats, poderoso hotelero correntino, es gerenciador de los negocios turísticos del matrimonio K; Electroingeniería obtuvo la obra Ampliación Santo Tomé-La Cruz por 17 millones pagaderos en siete meses, pese a que inicialmente se cotizaron en 7 millones pagaderos en nueve años. Participa asimismo en ET Corrientes Este, una obra de 59 millones (lo narró el periodista Carlos Ruiz Díaz). Lázaro Báez es correntino y aseguran que prepara su regreso por vejez o advenimiento de tiempos oscuros.
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Un chamamé de poder, dinero y sangre en el interior argentino
martes, 13 de octubre de 2009
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